jueves, 18 de abril de 2013

El miedo infantil: ¡mamá hay un monstruo en el armario!




¿Quién de nosotros no ha sentido miedo cuando éramos niños?
Es más, algunos de esos miedos, puede ser que todavía los mantengas. 
Las personas, y sobre todo los niños tienen miedos muy variados a lo largo de su desarrollo. Muchos de esos miedos son pasajeros, no tienen gran importancia y pueden ser considerados propios de edades determinadas. 
El miedo tiene una función, si existe, es por algo: es una alarma que nos avisa de que estamos en peligro y hace que no corramos riesgos innecesarios y desde muy pequeños vamos aprendiendo que debemos alejarnos de lo  que es potencialmente peligroso, por ejemplo, cuando gritamos ¡No! al niño que se acerca al enchufe.
Como hemos dicho, los miedos en la infancia son muy comunes y en general, a la mayoría de niños les asustan las mismas cosas: las personas desconocidas, los ruidos fuertes, la oscuridad, los animales, las máscaras o disfraces, separarse de los padres,…podemos decir  que los miedos más comunes según la edad son los siguientes:
-          Entre los 0 y 2 años: ruidos fuertes, extraños, separación de la figura de apego, animales, oscuridad, heridas.
-          Entre los 3 y 5 años: ruidos fuertes, animales oscuridad, separación, daño físico, disfraces
-       Entre los 6 y 8 años: separación, animales, oscuridad, daño físico, seres imaginarios, tormentas, estar sólo, colegio
-     Entre los 9 y 12 años: animales, daño físico, tormentas, colegio, no tener buen aspecto físico, relaciones sociales, muerte
-          A partir de los 13 años: animales, daño físico, colegio, aspecto físico, relaciones sociales, muerte.
Como vemos, es muy común que nuestros hijos pasen por algún periodo de miedo a lo largo de su desarrollo y muchos de ellos desaparecen por sí solos sin necesidad de tratamiento, permitiendo al niño madurar, pero ¿cuándo debemos preocuparnos?.
Un miedo se considerará fobia cuando ese miedo sea desproporcionado: el objeto temido es inocuo, no tiene ningún peligro, no entraña objetivamente amenaza, como sucede con la oscuridad. Otra manera de decidir si es fobia, sería si la reacción ante el objeto es excesiva, es decir, ante situaciones ante las que es normal sentir cierto desasosiego, el niño muestra una reacción exagerada (por ejemplo chillar o llorar inconsolablemente cuando va al médico). Y finalmente, cuando la reacción es  desadaptada: produce malestar, síntomas desagradables, influye en el día a día del niño y repercute en su desarrollo, en el ambiente familiar o en el rendimiento académico (el típico caso de vómitos o diarreas ante los exámenes).
Es en esos casos, cuando el miedo repercute en la vida del niño impidiéndole un desarrollo adecuado y alterando su funcionamiento cotidiano, cuando hay necesidad de intervenir.
No podemos entrar en detalles de cómo intervenir en cada miedo, pero aquí os dejo unas recomendaciones generales:
En primer lugar, tenemos que prevenir. Esto quiere decir que a pesar de que es muy probable que el niño  pase por  periodo en el que muestre algún miedo, intentaremos no “meterle miedo”. Por ejemplo, es muy común que cuando el niño nos pide ir a dormir a casa de los primos por primera vez,  le digamos: “¿seguro que no tendrás miedo y no llorarás?”. Y así con muchas cosas: esa peli te va a dar miedo, nooo tranquilo que el dentista no duele, ¿A que llamo al coco para que se lleve los juguetes que no has recogido?. Así que ya sabéis, cuidado, que los niños se asustan.
En segundo lugar es importante analizar nuestros propios miedos, ya que está comprobado que los miedos se aprenden por observación de los padres. Es decir, si mamá tiene miedo a las tormentas o los perros es muy probable que el niño aprenda que las tormentas o los perros son peligrosos.
Si ya ha aparecido el miedo, podemos hacer algunas cosas para ayudar al niño a vencer su miedo:
-          Ir por pasos: acercarse gradualmente al objeto temido, tiempos cada vez más largos de exposición en la situación temida, intensidades cada vez mayores,… es decir, haremos que el niño se exponga a lo que le da miedo poco a poco.
-      Los cuentos son otro recurso que normalmente son muy efectivos con los niños. Podemos aprovechar cuentos específicos para el miedo pero yo recomiendo que sea el niño quien elabore un cuento en el que aparezca el miedo y el niño como protagonista. Esto es efectivo por dos motivos: en primer lugar, el niño aprende a diferenciar entre imaginación y realidad y por otro lado, se vence el miedo al ser el protagonista y decidir vencerlo.
-          A través del juego también podemos ayudar a que el niño haga frente al miedo. Los juegos en los que interpreta un personaje, escenificar la situación, etc, nos va a servir de entrenamiento para que a la hora de enfrentarse al miedo real, el niño se sienta mucho más seguro.
-    Intentaremos dar mensajes de seguridad y ánimo al niño, no despreciemos su  miedo y le reforzaremos con premios para que el niño sea consciente de su avance y de que nosotros también valoramos su esfuerzo y mejora.

Como os decía al principio, que los niños tengan miedo es muy normal, así que si vuestro hijo tiene miedo, no os asustéis, tiene solución!!!

De todos modos, si tenéis algún tipo de duda, estaré encantada de orientaros.

Feliz fin de semana!

miércoles, 13 de febrero de 2013

INTELIGENCIA EMOCIONAL:DESARROLLARLA DESDE NIÑOS ( Parte I)


Miedo, asco, repulsa, indignación, afecto, esperanza, agobio, furia, aprensión, humillación, confusión, exasperación, desánimo, culpa, alegría, indiferencia, pesimismo, celos, deseo, decaimiento, euforia, tristeza, melancolía, desazón, inquietud,…. Éstas son algunas de la multitud de emociones que sentimos a lo largo, no sólo de nuestra vida, sino que en ocasiones, las sentimos en un solo día. Ahora bien, ¿cuántas palabras de las mencionadas usamos para nombrar nuestra emociones?. Normalmente sólo nos referimos a las básicas: tristeza, alegría, miedo, ira, asco y se nos olvida la enorme cantidad de vocabulario que tenemos para definir lo que sentimos e incluso no sabemos que eso que sentimos tiene una palabra “perfecta” para definirlo.

Parece que suspendemos en vocabulario emocional, algo que es importantísimo para desarrollar nuestra inteligencia emocional. Pero aquí se nos pueden plantear diferentes preguntas: ¿qué es eso de la inteligencia emocional?, ¿es algo que se desarrolla o se tiene de manera innata?, ¿Quiénes son inteligentes emocionalmente?. ¿tiene algo que ver con el cociente de inteligencia?... vamos a intentar responder a estas y otras cuestiones que a menudo nos hacen tanto pacientes adultos como papás de pacientes infantiles.

El término inteligencia emocional fue usado por Salovey y Mayer en 1990, haciendo referencia a las cualidades emocionales que pueden tener gran importancia para conseguir el éxito y entre ellas incluían cualidades como la empatía, la persistencia, la expresión y comprensión de emociones, la capacidad de resolver problemas, etc.

Posteriormente, Gardner, en su proyecto Spectrum, crea la teoría de las Inteligencias Múltiples, en el que critica las teorías clásicas de inteligencia que se centran en medir las capacidades lógico-matemáticas y lingüísticas y afirma que el ser humano tiene un gran repertorio de habilidades que deberíamos identificar a nivel individual para poder fomentar las habilidades naturales de cada persona. En un principio, habla de siete inteligencias que son naturales en el ser humano: la lingüística-verbal (expresión verbal), la musical,  la lógico-matemática, la espacial (orientación), la corporal-cinestésica, (deportes, uso de herramientas,..) la  intrapersonal (conocimiento de uno mismo) y la interpersonal (relación con los demás). Posteriormente incluyó una octava: la naturalista (estar en armonía con el ambiente). Las inteligencias intrapersonal e interpersonal, son las que compondrían la inteligencia emocional.

Esta idea de Gardner, fue retomada por Goleman en su famosísimo libro “La inteligencia emocional”, que ayudó en gran manera a consolidar las primeras teorías.

La educación tradicional ha dado gran importancia a los conocimientos científicos o académicos y normalmente, solemos pensar que un ingeniero, un médico, un empresario, son personas inteligentes pero  no solemos pensar lo mismo de un orfebre que tiene gran habilidad para trabajar el metal o un deportista de éxito, simplemente creemos que son habilidades físicas o naturales. Para Gardner, tan importante o más que resolver un problema matemático o interpretar una partitura, es saber relacionarse bien con los demás o conocerse bien a sí mismo, es decir, el éxito de una persona no sólo depende de su rendimiento académico o profesional, sino que también depende de su inteligencia emocional. Es más ¿a cuántos de nosotros cuando hablamos de ejecutivos de éxito, se nos viene a la cabeza una persona estresada, que se enfada en casa por pequeñas cosas, infeliz y egocéntrica?. O el “cerebrito” del instituto, que siempre saca sobresalientes pero que se siente aislado porque no sabe relacionarse con sus compañeros. Puede que sólo sean estereotipos o clichés, pero reflejan una clara falta de inteligencia emocional.

Algo que ejemplifica perfectamente esta importancia que se le ha dado tradicionalmente al rendimiento académico, lo podemos observar en un caso que nos llegó hace un tiempo a nuestra consulta; Juan (nombre ficticio), de 16 años, había sido hasta ese momento un chico alegre y estudioso, que solía sacar buenas  notas. De pronto, en la última evaluación, sus notas bajaron de manera alarmante y parecía que estaba un poco tristón. Los padres, preocupados por este bajo rendimiento escolar decidieron buscar ayuda profesional para intentar salvar el curso. Tras evaluar el caso, nos dimos cuenta de que Juan había sufrido un desengaño amoroso que hizo que se desmotivara en relación a los estudios y otras actividades. Pero sus padres sólo se dieron cuenta de que las notas bajaban, llegando Juan a comentar: “si no fuera porque ya no apruebo, no se habrían dado ni cuenta de que me pasaba algo”. Significativo, ¿no?.

¿Qué puede pasar si no educamos la Inteligencia Emocional? Las consecuencias son múltiples, y van desde hacer que los niños sean temerosos y tímidos hasta niños tiranos que no salen del egocentrismo natural de los primeros años de vida (creen que son el centro de todo lo que les rodea).

 

Debemos educar de tal manera que los niños reconozcan en sí mismos y en los demás la multitud de emociones que tiene el ser humano y por supuesto, tenemos que poner límites, es decir, enseñar al niño qué es lo que puede y no puede hacer. Pero habrá que tener cuidado, porque si somos demasiado autoritarios, podemos hacer que el niño sea una persona dependiente e insegura ya que espera que le digan qué es lo que tiene que hacer.

Otro punto importante en la Inteligencia Emocional es la empatía que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Si el niño no sabe reconocer, manejar y expresar sus sentimientos, muy difícilmente podrá entender el punto de vista de los demás, dificultando la comunicación y las relaciones sociales.

Todo esto va a depender del estilo educacional de los padres, de sus experiencias de vida, de la personalidad del niño, de los acontecimientos estresantes que pueda sufrir el niño, pero no debemos olvidar que los padres deben ser modelos de conducta para los hijos, lo que incluye la inteligencia emocional. Si nosotros no sabemos identificar nuestras emociones o nos sentimos frustrados ante pequeñas decepciones, no valoramos nuestros logros o no sabemos comunicarnos adecuadamente, ¿cómo podemos pretender que los niños lo hagan?. Así que el primer paso para poder educar estas habilidades en el niño es educarlas en nosotros mismos.

La Inteligencia Emocional tiene varios componentes, incluyendo la asertividad, la autoestima y el autocontrol; iremos acercándonos a cada uno de estos puntos en posteriores artículos, de momento, quedémonos con la definición que el gran filósofo español José Antonio Marina, hace de la inteligencia emocional: “ es una herramienta cuyo  principal objetivo es la búsqueda de la felicidad”.

 

 

 

 

INTELIGENCIA EMOCIONAL: DESARROLLARLA DESDE NIÑOS (Parte II)



En artículos anteriores hemos hablado del concepto de inteligencia emocional, de la importancia de educar en inteligencia emocional, consecuencias negativas de no educarla, etc.

En este artículo, daremos algunas ideas generales sobre cómo educar la inteligencia emocional. Evidentemente es algo que no se aprende leyendo unas cuantas líneas, pero os animamos a poner en práctica estos consejos.

Hasta los dos años, los niños tienen la oportunidad de construir los circuitos neuronales que determinarán su temperamento y su forma de afrontar las diferentes situaciones a lo largo de su vida, es lo que se llama “ventanas de oportunidad”.  Está claro que se pueden realizar aprendizajes una vez cerradas las ventanas, pero serán menos efectivos.

Para estimular las ventanas de oportunidad emocional es importante estimular al bebé a través del “diálogo tónico”, que es esa forma tan peculiar de relacionarnos con los bebés, el tono de voz que usamos, los murmullos, las caricias, hacer reír al bebé, tocarle, abrazarle, apoyar su cabeza en nuestro pecho y que oiga nuestro corazón y sienta nuestra respiración, jugar, correr, llorar,… Todas estas conductas harán que el niño se sienta tranquilo, cómodo y seguro.

Pasamos ahora a describir algunas pautas para estimular o desarrollar los dos núcleos de inteligencia emocional: la intrapersonal y la interpersonal:


INTELIGENCIA INTRAPERSONAL

Básicamente es el conocimiento de uno mismo, de sus emociones, de sus capacidades, y del control de éstos. Incluiremos: autoconocimiento, autocontrol y autoestima.

  1. Autoconocimiento: ayuda al niño a reconocer y expresar sus emociones y sentimientos. Ser capaces de nombrar emociones les ayuda a reconocerlas cuando las sienten y saber lo que están sintiendo puede ayudar a sobrellevar esa emoción. Relaciona gestos con sentimientos: sorpresa, tristeza, enfado, alegría, miedo,… Si le enseñamos al niño a reconocer sus emociones, no le niegues tenerlas; si dice que está enfadado, deja que esté enfadado, no le digas que no tiene que estar así: pregúntale por qué.
  2. Autocontrol: es la capacidad para regularnos antes las frustraciones. Una vez que el niño sabe reconocer sus emociones, se les tiene que dar normas básicas para enfrentarse a ellas, por ejemplo, “cuando te enfades no puedes hacerte daño a ti, ni a los demás ni a las cosas; si puedes: dar puñetazos a un cojín, dibujar una figura enfadada,..” expresar lo enfadados que estamos es saludable. Además enseñaremos al niño a respirar hondo, relajarse,… Otro aspecto importante es enseñar con el ejemplo, enseñarles cómo es adecuado expresar las emociones sin causar daño.
  3. Autoestima: es la valoración que hacemos de nosotros mismos. Debemos reforzar lo que hagan bien y hacerlo en su justa medida. Mostrar nuestra aprobación por aquellas cosas que nos gustan de nuestros hijos.  Hazle saber que es una persona capaz e inteligente, evita magnificar sus acciones, ya que podemos hacer que cuando se equivoque tenga poca tolerancia a la frustración. Las críticas deben hacerse centrando  la atención en la conducta inadecuada y no en la persona. Debemos interesarnos por sus sentimientos y su bienestar emocional. Otro aspecto importante es no sobreproteger: deja que tu hijo tome sus decisiones, se equivoque y aprenda de esa decisión.


Actividades para estimular la inteligencia intrapersonal

-          Jugar de cara a un espejo, hacer muecas, expresiones, reconocer partes del cuerpo, tapar zonas del espejo y reconocer lo que se refleja,…

-          Crear imágenes en la mente y después dibujarlas

                                                                                      -          Crear caras con diferentes expresiones

                                                                                      -          Cuentos, hacer imitaciones,…


INTELIGENCIA INTERPERSONAL

Nos referimos a la habilidad para relacionarnos con los demás de manera efectiva. Hablaremos de empatía, asertividad y escucha activa.

  1. Empatía: ponerse en el lugar del otro, y es una capacidad que se desarrolla en los primeros seis años de vida. Durante el primer año de vida, el niño se vuelve para observar a otro niño que llora y es probable que se ponga a llorar también él.  Ente el primer y segundo año, entienden que la congoja del otro no es la suya y tratan de reducir la tristeza del otro.
  2. Asertividad: es la capacidad de hacer valer nuestros derechos, respetando los de los demás. Esta habilidad es importante para hacer de modelo a los hijos y poder educarles emocionalmente. Comportarnos de manera asertiva reduce la ansiedad y nos hace sentirnos bien, ya que a través de la asertividad expresamos nuestros deseos de una manera franca, abierta y directa, logrando lo que queremos sin atentar contra los demás. Las respuestas se pueden clasificar en pasivas, agresivas y asertivas, siendo las asertivas las más adecuadas desde un punto de vista educativo y emocional. Es una habilidad que permite  hacer multitud de cosas, desde saber formular una crítica, aceptar o recibir un halago, hasta manifestar una queja.
  3. Escucha activa: es un requisito básico para lograr empatizar con los demás. Se trata de escuchar al otro desprendiéndonos de nuestros juicios y opiniones personales, concentrando nuestra atención en el mensaje que nos transmite nuestro interlocutor. Cometemos muchos errores en relación a escuchar a los niños como interrumpirlos constantemente, juzgar o valorar cada comentario que hacen, ofrecer ayuda sin que nos la pidan, quitarle importancia a sus sentimientos usando expresiones como “eso no es nada”. Para escuchar activamente a nuestros hijos, tenemos que hacer lo posible para dedicarles nuestra atención, si estamos haciendo algo es mejor aplazarlo hasta que nos cuenten lo que quieren; mirarles mientras nos hablan, asentir, repetir o hacer un breve resumen de lo que nos cuentan,..
Actividades para estimular la inteligencia interpersonal

-          Actividades tipo dar nombre a los sentimientos y relacionar gestos con sentimientos.

-          Imitar gestos de personajes, personas conocidas: se pueden hacer gestos faciales o corporales.

-          Ver fotos de personas conocidas y preguntar sobre quiénes son, qué hacen,…

-          Recrear situaciones de un programa infantil.

Y recordad, educar en inteligencia emocional, es ayudar al niño a ser feliz

lunes, 24 de septiembre de 2012

El Duelo en la infancia



Ante una situación de pérdida en la familia o entorno cercano, resulta complicado para los familiares  explicar al niño lo que ha ocurrido. ¿Debemos explicárselo? ¿Cómo va a reaccionar? ¿Quién es la persona adecuada para ello? Estas y otras preguntas surgirán con frecuencia cuando nos encontremos ante una pérdida.
 
 

Se cae en el error muchas veces de pensar que los niños no entienden la muerte como los adultos y que debemos dejarlos al margen. Si bien es cierto que reaccionan de una manera diferente a como lo hacen los adultos pero es debido a su menor capacidad para expresarse o comprender lo sucedido.


¿Cómo va a reaccionar?

Cada niño reaccionará de una manera diferente, pueden mostrarse indiferentes, tristes, ansiosos, con rabia, con conductas regresivas (como si fueran más pequeños), dificultades en su rendimiento académico, problemas de sueño. No existe una única manera de expresar el dolor, por lo que estas reacciones son normales.

¿Cómo se le dice?

La persona más adecuada para explicárselo al niño será con la que tenga una relación más cercana y estrecha. Se ha de explicar lo antes posible antes de que pueda enterarse por otras vías.

Más importante que el qué decir es cómo decirlo.  Tenemos que tener un tono de voz tranquilo, sosegado, afectuoso y con contacto físico (abrazos, coger la mano). No hay que contener nuestras emociones, es positivo para el niño ver que puede exteriorizar lo que él siente.

¿Qué hay que decirle?

Las explicaciones que le demos al niño han de ser sencillas y directas. Tenemos que ser sinceros, explicar de manera fácil lo que ha ocurrido. Podemos decir cosas positivas como “no sufrió nada” y no mentir en la información dada. Tenemos que asegurarnos que el niño entiende lo que es estar muerto sobre todo cuando son menores de diez años. Podemos explicar que cuando alguien se muere el cuerpo se para, no se puede respirar o comer y tampoco se puede volver a la vida, es algo para siempre.

Es bueno para el niño explicarle las posibles reacciones que pueda tener  y hacerle saber que vamos a estar ahí para cuidarle y responder a cualquier pregunta que tenga.

¿Tiene que venir a los rituales?

Para los niños es importante poder decir adiós por ello debemos darle a elegir. Si rechaza el asistir no hay que obligarle y si acepta se le dará información sobre lo que va a encontrar. Explicar qué es un tanatorio, que el ser querido no estará presente físicamente, que vendrán familiares y amigos, estarán tristes y llorarán. Si asiste a los rituales tendrá que estar en compañía de un familiar que lo acompañe en todo momento.

¿Debo llevarlo a un especialista?

No es necesario ya que la mayoría de los niños son capaces de superar la pérdida al cabo de un tiempo. Pero se ha de estar pendiente de cómo va evolucionando.

Aunque el proceso de duelo puede llegar a durar un año o más, pueden aparecer síntomas entonces que nos indiquen que el niño está elaborando un mal duelo cuando evita sitios que le recuerdan al ser querido, no ve fotografías, no quiere hablar de la muerte. Si hay elevados niveles de ansiedad que se pueden manifestar en problemas para dormir, quejas físicas, agresividad…

La mejor manera de comprobar que el niño está llevando un duelo normal es viendo si puede llevar a cabo sus actividades diarias con normalidad. En caso contrario, el niño puede requerir la ayuda de un especialista.

 
 

 

martes, 11 de septiembre de 2012

Se acabó el Verano y empieza un nuevo Curso!

Algunas Reflexiones antes de empezar el cole.



 
1.- Comienza el curso escolar y este año será el primero para muchos niños… y sus padres. ¿Cómo debemos abordar este gran cambio en sus vidas para que no resulte traumático?

El inicio de una nueva etapa en la vida del niño puede ser un momento de incertidumbre, inseguridad, nuevas experiencias, etc. Para que este momento resulte lo más natural posible, lo s padres deben ser pacientes y mostrar una actitud tranquila y positiva, evitando comentarios amenazantes o negativos hacia la escuela, ya que los primeros días pueden resultar  difíciles por el periodo de adaptación propio de cada niño. Debemos transmitirles seguridad y cariño en todo momento.

2.- ¿Qué hay que hacer para mentalizarle?

En primer lugar, es importante explicar le al niño dónde va a ir, contarle qué se hace, cómo es el colegio.  Podemos usar cuentos o juegos que harán que el niño comprenda el concepto. Si nos es posible, podemos acudir al centro previamente, antes del inicio del curso para que el niño vea las instalaciones y conozca al personal educativo.

3.- ¿Qué hábitos y rutinas hay que inculcarle ante el inicio del curso?

Las rutinas dan seguridad y tranquilidad a los niños por lo que establecerlas desde el primer día harán que el niño se sienta seguro. Establecer horarios fijos de levantarse y acostarse, preparar la mochila y revisarla antes de acostarse, establecer una actividad extraescolar, hablarle de lo que va a hacer en el colegio,…todas estas acciones harán que el niño se adapte a la nueva situación.

4.- ¿Debemos diseñar una estrategia con su profesor/a antes del comienzo del curso?

Los profesionales educativos están entrenados para afrontar las dificultades que pueden aparecer ante el inicio del curso, por lo que debemos confiar en su criterio. Aún así, es aconsejable conocer al profesor que va a atender a nuestros hijos y establecer qué hacer si se presentan problemas, comentarle como es el carácter de nuestro hijo, cuales son sus preferencias, como ha sido su desarrollo evolutivo, etc. No debemos olvidar que la mayoría de niños se adaptan perfectamente a la nueva situación.

5.- ¿Qué debemos hacer el primer día de colegio?

El primer día de colegio no sólo puede ser difícil para el niño, sino también para los padres, ya que es normal que estos tengan dudas (¿lo tratarán bien?, ¿y si se pone enfermo?, ¿llorará todo el día?,…). Es importante mostrarnos seguros en todo momento y seguir una serie de pequeñas normas que nos ayudarán es este momento. Debemos llegar puntuales, hacer una despedida corta y breve, diciéndoles que iremos a buscarles pronto pero sin mentirles diciendo cosas como que vamos a estar mirando por la ventana o que vamos a comprar el pan y volvemos. Podemos darle al niño algún objeto de apego (uno de sus muñecos, su  mantita). Si nuestro hijo llora, no lo cogeremos, dejaremos que vaya con el personal educativo. Al recogerlos, tenemos que mostrar alegría e interesarnos por lo que han hecho.

6.- Pasan los días y nuestro hijo llora y no quiere separarse de nosotros. ¿Qué hacemos?

Para algunos niños, esta adaptación resulta más difícil y se alarga en el tiempo. En estos casos es importante hacer una adaptación progresiva: al principio estaremos un rato con nuestro hijo, estará periodos mas largos de tiempo cada vez,  etc.  Podemos establecer ciertas recompensas para los días que no llore (ir un rato al parque, jugar con él a su juego preferido,…). Si pasado un tiempo prudencial (sobre un mes), estas actitudes se mantienen, puede ser que hay otras causas: ansiedad por separación, tensiones en casa, problemas de salud, etc. En Estos casos, es interesante buscar la ayuda de un profesional.

 7.- ¿Es recomendable que vayan antes a la guardería?

El hecho de haber acudido con anterioridad a la guardería es algo que nos puede ayudar, ya que el niño ya tiene una experiencia previa que hace que se pueda adaptar más fácilmente a la nueva situación.