El sueño es una necesidad básica. Mientras dormimos, mente y
cuerpo se regeneran y recuperan. Además, durante el tiempo de sueño, procesamos
las vivencias y aprendizajes de nuestro día a día.
Durante la infancia, esa necesidad de sueño es mucho mayor
que durante la vida adulta. Incluso, se transcurre mayor tiempo dentro de la
fase de sueño profundo (durante el cual procesamos la información psíquica). Un
recién nacido puede necesitar,
aproximadamente, 16 horas diarias de sueño. A
medida que crecen y a partir de los 5 años, la necesidad de sueño se va
estabilizando a unas 10 horas diarias de sueño, y durante la adolescencia se
acorta ligeramente. Estos valores son orientativos y pueden variar entre niños,
pero suelen ser los valores habituales.
No obstante, durante la infancia pueden aparecer como
durante la etapa adulta algunas alteraciones del sueño…
¿Cuáles son las alteraciones del sueño más comunes en la
infancia?
Entre las alteraciones más comunes en la infancia encontramos
el insomnio (entendiendo aquí dificultad para conciliar el sueño y los
despertares nocturnos), somnolencia excesiva durante el día, necesidad de
dormir más horas de lo normal para la edad (hipersomnia), pesadillas, terrores
nocturnos y sonambulismo.
Otros trastornos del sueño que pueden aparecer, si bien
suelen tener mayor carga biológico-genética, son la narcolepsia (episodios de
sueño repentino durante la vigilia) y la apnea obstructiva del sueño (episodios
en los que el niño se puede levantar sobresaltado, por percibir una pérdida de
respiración).
Sea como sea, algunos elementos como las pesadillas son muy
comunes durante la infancia. El insomnio
puede aparecer en momentos puntuales debido a un cambio drástico en la rutina
habitual. Hablaremos de trastorno cuando se trate de sucesos diarios – o casi –
que se mantienen de manera repetida en el tiempo.
¿Cuáles son sus causas?
Las causas de los trastornos del sueño pueden ser orgánicas,
conductuales, emocionales o mixtas. No obstante, las causas más comunes suelen
ser las dos últimas.
A la hora de establecer las causas, deberá hacerse una
valoración exhaustiva del origen y mantenimiento del problema. Descartada la
causa orgánica, la valoración permitirá que componentes conductuales y/o
emocionales son los causantes.
En una gran parte de los casos, la causa conductual radica
en una falta de hábito del sueño y la práctica de actividades poco adecuadas,
de manera que interfiere con la pauta normal. En el caso de causas emocionales,
la principal suele deberse a trastornos de tipo afectivo que interfieren
también en otros procesos del día a día.
¿Cómo se interviene?
El plan de intervención dependerá directamente de la causa
identificada. Sea como sea, tendremos que instaurar siempre una adecuada
higiene del sueño. El especialista en psicología infantil determinará que
hábitos y conductas no favorecen el sueño y dará pautas para instaurar en el
día a día. Generalmente, instaurará un tratamiento de corte conductual que
suele tener muy buena respuesta.
En caso de que la causa sea afectiva, el tratamiento puede
resultar algo más complicado y posiblemente el terapeuta tendrá que trabajar directamente
con el menor. Se abordarán los componentes emocionales evaluados y se trabajará
con los padres para ayudarles a gestionar la situación y a ayudar a sus hijos.
Recomendaciones
Para prevenir y comenzar a actuar en el área de trastornos
del sueño, podemos instaurar desde ya (si no se está cumpliendo) una adecuada
higiene del sueño, desde una perspectiva conductual. Los elementos que
tendremos en cuenta serán:
- Rutina en el lugar del sueño: esto quiere decir, que la cama será solo para dormir (no para comer, jugar…).
- Rutina en el horario y dinámica para dormir: esto quiere decir que se irán a dormir y se despertarán todos los días a la misma hora. Además, realizarán siempre la misma rutina (por ejemplo, cena, dientes, cuento y cama). De esta manera, las actividades previas a dormir actúan como marcadoras conductuales del sueño.
- Evitar elementos activadores antes de dormir: entendemos aquí diversos componentes. Entre ellos, no tomar bebidas ni alimentos activadores. No realizarán antes de dormir actividades que les sobreactiven. Además, no emplearán tablets ni otros aparatos luminosos antes de dormir. La luz de estos aparatos envía señales contradictorias a los núcleos reguladores del sueño de nuestro cerebro, alterando los ciclos biológicos del mismo.
- Actividad diurna: durante el día, serán activos. Realizar actividades a lo largo del día, además de favorecer su salud frente a la pasividad, hará que lleguen cansados a la noche. Se facilita así todo el proceso anterior.
Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto
con Martínez Bardají psicología. Estaremos encantadas de ayudarte.