jueves, 7 de septiembre de 2017

Las alteraciones del sueño en la infancia: explicación e indicaciones

El sueño es una necesidad básica. Mientras dormimos, mente y cuerpo se regeneran y recuperan. Además, durante el tiempo de sueño, procesamos las vivencias y aprendizajes de nuestro día a día.

Durante la infancia, esa necesidad de sueño es mucho mayor que durante la vida adulta. Incluso, se transcurre mayor tiempo dentro de la fase de sueño profundo (durante el cual procesamos la información psíquica). Un recién nacido puede necesitar,
aproximadamente, 16 horas diarias de sueño. A medida que crecen y a partir de los 5 años, la necesidad de sueño se va estabilizando a unas 10 horas diarias de sueño, y durante la adolescencia se acorta ligeramente. Estos valores son orientativos y pueden variar entre niños, pero suelen ser los valores habituales.

No obstante, durante la infancia pueden aparecer como durante la etapa adulta algunas alteraciones del sueño…

¿Cuáles son las alteraciones del sueño más comunes en la infancia?
Entre las alteraciones más comunes en la infancia encontramos el insomnio (entendiendo aquí dificultad para conciliar el sueño y los despertares nocturnos), somnolencia excesiva durante el día, necesidad de dormir más horas de lo normal para la edad (hipersomnia), pesadillas, terrores nocturnos y sonambulismo.  

Otros trastornos del sueño que pueden aparecer, si bien suelen tener mayor carga biológico-genética, son la narcolepsia (episodios de sueño repentino durante la vigilia) y la apnea obstructiva del sueño (episodios en los que el niño se puede levantar sobresaltado, por percibir una pérdida de respiración).

Sea como sea, algunos elementos como las pesadillas son muy comunes durante la infancia. El  insomnio puede aparecer en momentos puntuales debido a un cambio drástico en la rutina habitual. Hablaremos de trastorno cuando se trate de sucesos diarios – o casi – que se mantienen de manera repetida en el tiempo.

¿Cuáles son sus causas?
Las causas de los trastornos del sueño pueden ser orgánicas, conductuales, emocionales o mixtas. No obstante, las causas más comunes suelen ser las dos últimas.

A la hora de establecer las causas, deberá hacerse una valoración exhaustiva del origen y mantenimiento del problema. Descartada la causa orgánica, la valoración permitirá que componentes conductuales y/o emocionales son los causantes.

En una gran parte de los casos, la causa conductual radica en una falta de hábito del sueño y la práctica de actividades poco adecuadas, de manera que interfiere con la pauta normal. En el caso de causas emocionales, la principal suele deberse a trastornos de tipo afectivo que interfieren también en otros procesos del día a día.

¿Cómo se interviene?
El plan de intervención dependerá directamente de la causa identificada. Sea como sea, tendremos que instaurar siempre una adecuada higiene del sueño. El especialista en psicología infantil determinará que hábitos y conductas no favorecen el sueño y dará pautas para instaurar en el día a día. Generalmente, instaurará un tratamiento de corte conductual que suele tener muy buena respuesta.

En caso de que la causa sea afectiva, el tratamiento puede resultar algo más complicado y posiblemente el terapeuta tendrá que trabajar directamente con el menor. Se abordarán los componentes emocionales evaluados y se trabajará con los padres para ayudarles a gestionar la situación y a ayudar a sus hijos.

Recomendaciones                                                                                          
Para prevenir y comenzar a actuar en el área de trastornos del sueño, podemos instaurar desde ya (si no se está cumpliendo) una adecuada higiene del sueño, desde una perspectiva conductual. Los elementos que tendremos en cuenta serán:
  • Rutina en el lugar del sueño: esto quiere decir, que la cama será solo para dormir (no para comer, jugar…).
  • Rutina en el horario y dinámica para dormir: esto quiere decir que se irán a dormir y se despertarán todos los días a la misma hora. Además, realizarán siempre la misma rutina (por ejemplo, cena, dientes, cuento y cama). De esta manera, las actividades previas a dormir actúan como marcadoras conductuales del sueño.
  • Evitar elementos activadores antes de dormir: entendemos aquí diversos componentes. Entre ellos, no tomar bebidas ni alimentos activadores. No realizarán antes de dormir actividades que les sobreactiven. Además, no emplearán tablets ni otros aparatos luminosos antes de dormir. La luz de estos aparatos envía señales contradictorias a los núcleos reguladores del sueño de nuestro cerebro, alterando los ciclos biológicos del mismo.
  • Actividad diurna: durante el día, serán activos. Realizar actividades a lo largo del día, además de favorecer su salud frente a la pasividad, hará que lleguen cansados a la noche. Se facilita así todo el proceso anterior.

Si necesitas orientación, no dudes en ponerte en contacto con Martínez Bardají psicología. Estaremos encantadas de ayudarte.