viernes, 2 de septiembre de 2016

Burlas infantiles: cómo ayudar a niños y niñas a gestionarlas

Cualquier persona durante su infancia ha podido ser objeto de burlas en algún momento. Por ello, todos son capaces de percibir el impacto que pueden llegar a tener sobre una persona, incluso en momentos aislados. Del mismo modo, todos los niños son capaces de burlarse de otros y lo harán en algún momento. Ahora bien, mientras que algunos lo harán en momentos más aislados otros se convertirán en niños “burlones” que tienen estas conductas de manera habitual.

¿Por qué un niño se burla de otro?
Que un niño se burle de otro puede deberse a varias causas. Antes de nada cabe destacar que durante la infancia las burlas pueden darse, en primera instancia, a que todavía no se ha desarrollado del todo la capacidad de ser empáticos y ponerse en el lugar del otro. Por tanto, no tiene la capacidad de medir el impacto emocional que una burla puede tener sobre otra persona e incrementa la probabilidad de que se comporten de este modo. El desarrollo madurativo del cerebro es progresivo y hay puntos en los que los niños todavía no están preparados para desarrollar la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
Tras los primeros años de vida se van adquiriendo estas capacidades y en este punto, serán elementos como  el contexto y características individuales (que también influirían en los años anteriores a pesar de todo) las que tendrán mayor papel determinante en estas conductas. Aspectos que pueden favorecer que un niño se burle de otro serán:
  • La imitación cuando crece en un contexto en el que observa comportamientos agresivos, físicos y/o verbales hacia otras personas.
  • Haber sufrido burlas, en cuyo caso la autoestima estará afectada y emplearán la burla como método de defensa.
  • Buscar aceptación y apoyo de un grupo, creyendo que será más fácil si muestra superioridad frente a otros niños o niñas.
  • Buscar atención de los iguales o figuras adultas (maestros, familiares)
  • Buscar un sentimiento de superioridad que emerge de sentimientos de inferioridad y baja autoestima.
  • Tener celos o envidia del niño objetivo de burlas por algo en concreto.

¿Qué efectos tienen las burlas y humillaciones?
Se dice que las burlas y las humillaciones duelen y ese dolor es real. Investigaciones recientes han encontrado que la humillación es una de las emociones que el ser humano vive con mayor intensidad, más incluso que la alegría o la ira. De hecho, a nivel cerebral se ha encontrado que las humillaciones activan algunas de las conexiones neuronales relacionadas con la percepción del dolor, acertamos empleando esa palabra. Considerando este gran impacto que pueden tener las burlas a nivel cerebral, sobre todo cuando se perciben como humillaciones, es comprensible que mantenidas en la infancia tengan consecuencias posteriores en la adultez (ya sea en forma de inseguridades, sentimientos de inferioridad o agresividad reactiva).
Casi todos los niños tienen que hacer frente a burlas en algún punto de su vida (ya vengan de compañeros de clase, amigos, hermanos, primos…) pero esto no quiere decir que todos sepan cómo manejarlas ni que a todos les afecten por igual.  Serán más vulnerables a los efectos de las burlas y a sufrirlas aquellos niños que:
  • Se perciben diferentes a los demás (por ejemplo niños con sobrepeso, que no se han desarrollado a la par que sus iguales, niños con defectos físicos…)
  • Niños que actúan de manera diferente a los demás (por ejemplo si sufre de tartamudeo o habla con un acento que los demás puedan percibir como extraño)
  • No saben cómo reaccionar frente a las burlas

La reacción que tengan supondrá un punto de inflexión en cuanto a si la situación se mantendrá o no en el tiempo y en cuanto a cómo de aversivo será el impacto emocional en el niño. Además, debemos tener en cuenta que pueden darse en cualquier entorno a pesar de los esfuerzos tanto por parte de familia como de la escuela. De ahí la importancia de que ayudemos a los más peques a generar unos recursos básicos que les permitan afrontar estas situaciones.

¿Qué puede hacer la familia para ayudar a los niños a gestionar las burlas?
Antes de nada, cuando hay burlas debemos examinar qué está sucediendo.  Descubrir si está siendo víctima de ellas por algo en concreto (un componente físico, alguna conducta diferente a los demás, si el niño o niña está haciendo algo que las provoque…) y si se trata de algo aislado o estamos hablando de una situación mantenida en el tiempo. En este último caso hablaríamos de acoso y deberíamos ponernos en contacto con la escuela cuanto antes.
Posteriormente, podemos instruir al niño o niña en la gestión de las burlas:
  • Enseñarle a ignorar las burlas: Explicar que sólo eso puede hacer que desaparezcan, que cuando los burlones se dan cuenta de que lo que dicen no tienen el efecto deseado (producir enfado o vergüenza, hacer daño) dejan de hacerlo. Como se lleva diciendo tantísimos años, “a palabras necias oídos sordos” y “dos no se pelean si uno no quiere”.
  • Enseñarle a responder con rapidez e ingenio para “desarmar” al burlón. Lo que se consigue así es dejar perplejo al otro, confundirle y mostrarle que la burla no ha tenido efecto. Por ejemplo, cuando a un niño o niña le llaman cuatro ojos, le podemos proponer que responda: “gracias por darte cuenta de las gafas, ¿a que son bonitas?”.
  • Inculcar el sentido del humor y la habilidad de reírse de sí mismos, de manera que puedan emplearlo como recurso a la hora de responder de manera ingeniosa a las burlas. Además, minimizará su impacto.  
  • Si la burla viene por un defecto físico que no se puede corregir, el primer paso parte en ayudar al niño a aceptar esa situación. Ponerle ejemplos de otras personas que sean igual y lo hayan superado es bueno. Si interioriza ese defecto y lo acepta va a cambiar en gran medida la marca emocional que puedan producir las burlas.
  • Fomentar su sentimiento de control y manejo de la situación: proponer la solución activa de problemas. Plantearle al niño que cómo se le ocurre que pueda manejarlo, qué podría contestar para dar una respuesta ingeniosa…  
  • Enseñarle que pedir ayuda no es malo y que lo haga cuando la necesite. Hay que enseñarles que pedir ayuda demuestra también valentía. Esto es de gran importancia, deben sentirse apoyados y protegidos en todo momento y además así prevendremos que pueda llegar a una situación de acoso. Poniendo ejemplos de nosotros mismos en la infancia, de momentos en los que hemos pedido ayuda, podría resultar más fácil que se atrevan a hacerlo.
  • Educar en asertividad: tener la capacidad de responder a las burlas de manera asertiva puede ayudarles en gran medida a gestionarlas de manera óptima.
  • Fomentar que tenga un círculo de amistades positivo, animándole a compartir tiempo con otros niños: que el niño o niña tenga un círculo social de iguales en los que se relaciona adecuadamente mitigará el impacto emocional de las burlas. Además, si tiene un círculo o red de apoyo es menos probable que los niños “burlones” le tomen como objetivo.

Además, es de gran importancia que los padres muestren una gran comprensividad frente a estas situaciones. Es tarea de los padres escuchar al niño o niña y validar las emociones que está teniendo. Es lógico y correcto que una burla le afecte, lo que no debemos hacer es negar que se sienta así o decirle “seguro que no ha sido para tanto”. Mostrar empatía y comprensión ayudará a gestionar el impacto emocional de la burla, se sentirá apoyado minimizando el impacto negativo.

Por último, debemos recordar que además de mostrar apoyo y dar recursos, deberemos atender siempre al por qué está ocurriendo y si es aislado o se mantiene. De nuevo recalcamos que esta situación si se mantiene podría derivar en acoso, momento en el cual hay que comunicarlo de manera inmediata al centro escolar para abordarlo a la mayor prontitud. Ninguna manera de agresión o acoso es – ni debería ser – tolerable.