Cualquier madre y padre desean lo
mejor para sus hijos. Cuando hay pequeños en casa, es inevitable, natural y
lógico preocuparse en gran medida por su bienestar y sus cuidados e intentamos,
siempre, que sean felices y que no sufran. No obstante, en ocasiones podemos
sobrepreocuparnos y caer en un error que deberemos corregir: la sobreprotección.
A pesar de que surge del desear lo mejor para niños y niñas, sobreprotegerles
tendrá consecuencias negativas en su futuro. Cuando lo hacemos, interferimos en
el desarrollo de estrategias y habilidades para su vida. El coste de que ahora
estén “protegidos al 100%” será el de interferir en el desarrollo de su
seguridad, independencia y estabilidad.
¿Qué es sobreproteger?

¿Qué consecuencias puede tener la sobreprotección?
Padres y madres sobreprotectores
exigen a los niños menos de lo que les corresponde para su edad. Apenas les
dejan asumir responsabilidades y cuando posteriormente al crecer tengan que
hacerlo, les resultará mucho más complicado. En casos de elevada
sobreprotección durante la infancia, nos encontramos en la juventud y vida
adulta con personas que parecen casi adolescentes o que tienen un alto grado de
inmadurez para su edad. No han aprendido a afrontar de manera efectiva la
frustración y los reveses de la vida, ni las responsabilidades a las que tenemos
que ir haciendo frente, ya que nunca han tenido que hacerlo. Además, pueden
resultar ser personas miedosas ya que han recibido desde la infancia que todo a
su alrededor es peligroso.
¿Dónde queda el punto intermedio?
Queda en conocer a los niños y de
lo que son capaces. Aunque parezcan pequeños e indefensos, tienen mucha más
capacidad de la que pensamos para
resolver situaciones de diferente índole, no dejan de sorprendernos. Habrá que
dejar que poco a poco adquieran responsabilidades adaptadas a su edad, que poco
a poco vayan siendo ligeramente más independientes. Es posible que, en
ocasiones, esta sobreprotección tenga que ver con que hayan vivido un proceso
médico importante. De igual manera, tendremos que aprender a valorar el alcance
de este y las verdaderas capacidades del niño o niña, permitiendo la máxima autonomía
dentro de las capacidades y posibilidades. Discerniendo qué puede hacer de
manera independiente y permitiéndoselo, y que no.
Sea como sea, cuando hablamos de
darles autonomía hay que confundirse con una autonomía completa, ni mucho menos.
Son niños. Pero sí hablamos de, poco a poco, ir “soltándoles”, viendo como se
desenvuelven, e ir interviniendo cuando sea necesario. Por supuesto, habrá que
poner límites y tener en cuenta qué es adecuado a cada edad. Pero toda autonomía
y responsabilidad que le demos incrementará el desarrollo óptimo. Educando siempre
desde el afecto y el cariño y mostrándonos disponibles para ayudarles y
apoyarles, pero permitiéndoles vivir por sí solos y equivocarse.
Si necesitáis orientación al
respecto, no dudéis en poneros en contacto con Martínez Bardaji psicología y
salud.
Estaremos encantadas de ayudaros.
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