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martes, 24 de mayo de 2016

Padres separados; uno contra otro. Síndrome de alienación parental

En las últimas décadas, el modelo tradicional de familia ha asumido grandes cambios tanto en su dinámica como en su estructura y composición, dándose un enorme incremento de separaciones y divorcios.
Cuando hay hijos/as en común, lo ideal en una separación o divorcio es que la pareja aparque sus diferencias en todo lo relacionado con los niños/as. Ardua tarea: muchos padres separados no sólo no son capaces de cooperar por el bien y las necesidades de sus hijos, sino que los hacen partícipes de las disputas que ha generado la separación. Y es entonces cuando estos niños/as se ven inmersos en los problemas de los adultos, haciéndose partícipes en el conflicto, pasando a formar parte de las partes enfrentadas, y reproduciendo las disputas de sus padres.



Esto es lo que se conoce como el Síndrome de Alienación Parental, que según Richard Gardner (1985), se caracteriza por la censura, crítica y rechazo por parte de los hijos hacia uno de sus progenitores de modo injustificado y/o exagerado. Este concepto incluye el componente de lavado de cerebro, que implica que un progenitor, sistemática y conscientemente, 'programa' a los hijos en la descalificación hacia el otro.
La sintomatología que pueden presentar estos niños/as puede derivar en una aguda sensación de shock, de miedo intenso, y en un sentimiento de profunda confusión con consecuencias negativas tanto a nivel cognitivo, como conductual y emocional. Así mismo, estos niños/as presentan, a menudo, sentimientos de abandono y culpabilidad, rechazo, inseguridad, impotencia e indefensión, así como estados de ansiedad, depresión y conductas regresivas, disruptivas, trastornos en el sueño y en la alimentación, y problemas escolares.
Esta sintomatología puede verse incrementada cuando estos niños/as son forzados para participar en actos legales resultantes de la separación, donde sus sentimientos suelen ser utilizados como argumentos o ataques contra el otro progenitor. Sin duda alguna, esta situación repercute negativamente en el equilibrio emocional, y llega a ser de tal dimensión que las necesidades infantiles quedan relegadas a un segundo plano, pudiendo llegar a constituir un factor de riesgo de enfermedad mental en la infancia.
Con el objetivo primordial de promover y mantener el interés superior y bienestar del niño/a, es necesario intervenir en estos casos. Una intervención temprana en el Síndrome de Alienación Parental tendrá mayor probabilidad de ser exitosa, aunque es imprescindible el apoyo de los tribunales para garantizar, al menos, el inicio del trabajo terapéutico con estas familias. Además, no se debe privar al progenitor del contacto con sus hijos/as; si es necesario, se puede realizar el encuentro en condiciones controladas (con un equipo técnico en visitas supervisadas con acompañante terapéutico).  El uso de la mediación familiar también es un método eficaz para abordar el Síndrome de Alienación Parental cuando estemos hablando de casos leves o moderados. En este tipo de casos, los padres solicitan o aceptan la intervención de una tercera persona, el “mediador/a”, con la finalidad de llegar a acuerdos que les permitan reorganizar su relación como padres, clarificar e identificar los intereses en común, y, de esta forma, establecer una negociación que desemboque en acuerdos satisfactorios para toda la familia y de forma especial para los hijos/as.
Lo fundamental a fin de cuentas es NO OLVIDAR, en mayúsculas, QUE POR ENCIMA DE CUALQUIER OTRO INTERÉS DEBE PRIMAR EL INTERÉS DE LOS HIJOS/AS, DEBIENDO LOS PADRES VELAR POR ELLOS, E INTENTANDO POR DIFÍCIL QUE RESULTE EN ALGUNAS OCASIONES, SABER SEPARAR LOS CONFLICTOS DERIVADOS DEL DIVORCIO, CON LA CRIANZA Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS/AS.


viernes, 22 de abril de 2016

Bullying o acoso escolar

Cada vez son más numerosos los casos de acoso que se están detectando en los colegios. El acoso escolar, o bullying, no es una cuestión aislada; existe y tiene repercusiones negativas en el desarrollo y en el bienestar de los niños/as. Es por eso que no debe dejarse pasar por alto, a pesar de que todavía algunas personas consideren que es “cosa de niños”.

Pero… ¿Qué es el “bullying”? Cuando hablamos de bullying nos referimos a todas las formas de maltrato, intencionadas y sistemáticas, que ocurren sin motivación aparente, adoptadas por uno/a o más estudiantes contra otro/a u otros/as. El objetivo de este acoso se basa en el deseo de imponer el poder sobre el otro, de manera que mediante el sometimiento, la intimidación, el chantaje, y/o la amenaza, obtiene algo, eso sí, atentando contra la dignidad del niño/a y sus derechos fundamentales. Asimismo, hablar de acoso comporta tres elementos principales: un desequilibrio de poder entre acosador y acosado, ya sea real o percibido, la intencionalidad de la agresión, y la reiteración de este comportamiento agresivo. El acoso escolar, además, no abarca únicamente las agresiones entre iguales, es decir, se incluyen también las conductas de los niños/as mayores hacia otros/as de cursos inferiores, así como las conductas agresivas que entre compañeros que se producen fuera del colegio.

Dentro del acoso escolar no podemos hablar de un solo tipo; es más, con frecuencia se dan de forma simultánea el acoso físico (patadas, agresiones con objetos…), el acoso verbal (insultos, motes, menosprecios en público…), el acoso psicológico (mediante amenazas para provocar miedo), y/o el acoso social (exclusión y aislamiento progresivo del acosado).
Sea cual fuere, nos encontramos ante un problema global que afecta a todos los países, que se suele dar principalmente entre los 12 y los 16 años, y que como se ha apuntado anteriormente, tiene graves consecuencias psicológicas y sociales para los afectados, especialmente, cuando el acoso se prolonga en el tiempo. Nos referimos a consecuencias tales como:
  • Síntomas asociados al estrés continuado, como ansiedad, problemas para conciliar el sueño, irritabilidad, y ataques de ira sin que medie causa aparente que lo justifique.
  • Pérdida de autoestima, culpabilización, depresión, pérdida de apetito, anhedonia, y comportamientos de evitación de situaciones sociales, lo que le puede llevar a no querer salir de casa.
  • Somatización, como dolor de estómago, cabeza, náuseas y vómitos.
  • Pérdida de interés por realizar actividades relacionadas con el ámbito escolar, lo que conlleva una repercusión negativa en el rendimiento académico y en las calificaciones. 
Gestionar estas consecuencias de manera adecuada es primordial para evitar otro tipo de secuelas de mayor gravedad a más largo plazo. Por ello es fundamental abordar esta situación cuanto antes. En este sentido, la atención psicológica llevada a cabo por profesionales de la salud mental resultará de gran relevancia para las personas que están sufriendo bullying o lo han sufrido. A menudo el niño/a o adolescente puede sentirse avergonzado de lo que está sucediendo, escondiendo sus sentimientos y no deseando mostrar cuánto le está afectando la situación, pero es necesario cicatrizar esas heridas emocionales que se hayan producido.
Trabajar la autoestima y la imagen negativa de sí mismo/a, potenciar las habilidades sociales, y tratar la superación del trauma, serán algunos de los objetivos de la terapia psicológica. Asimismo, a finalizando destacando la importancia de una intervención conjunta con la familia, con el colegio y con la comunidad.