Cualquier madre y padre desean lo
mejor para sus hijos. Cuando hay pequeños en casa, es inevitable, natural y
lógico preocuparse en gran medida por su bienestar y sus cuidados e intentamos,
siempre, que sean felices y que no sufran. No obstante, en ocasiones podemos
sobrepreocuparnos y caer en un error que deberemos corregir: la sobreprotección.
A pesar de que surge del desear lo mejor para niños y niñas, sobreprotegerles
tendrá consecuencias negativas en su futuro. Cuando lo hacemos, interferimos en
el desarrollo de estrategias y habilidades para su vida. El coste de que ahora
estén “protegidos al 100%” será el de interferir en el desarrollo de su
seguridad, independencia y estabilidad.
¿Qué es sobreproteger?
Antes de nada, tenemos que
comprender qué es la sobreprotección. Sobreproteger significa resolver y
solucionar por los hijos aquellos problemas y situaciones del día a día que
están capacitados a afrontar, pero que
resolvemos por temor a que no lo logren o a que lo hagan mal y esto les genere
sufrimiento. Sobreproteger va más allá de darles cariño, afecto, apoyo y atender
sus necesidades y cuidados físicos y emocionales. Llega hasta casi el vivir y
pensar por los niños. Algunos ejemplos podrían
ser limitar todo su juego para que no se hagan daño; no pasa nada si se caen,
estaremos allí para ayudarles, pero tenemos que permitirles vivirlo. Otros
ejemplos son, por ejemplo, hacer las tareas por ellos si les cuesta realizarlas,
en lugar de simplemente darles cierto apoyo si lo solicitan y que vivan lo que
pasa si un día llevan los ejercicios mal hechos. Vestirles porque no saben
hacerlo cuando deberían aprender a ello. Afrontar todas las situaciones que van
apareciendo en su día a día por ellos. Los niños y niñas tienen que aprender a
vivir reveses y contratiempos, a frustrarse y a buscar soluciones para aquello
que no sale como desearían. Les apoyaremos y ayudaremos en esa búsqueda de
soluciones. Etiquetaremos con ellos las emociones que están sintiendo para que
puedan aprender a manejarlas y les brindaremos apoyo para que sientan que
podrán contar con nosotros y que no les abandonamos. Pero no lo viviremos por
ellos. De esta manera, podrán desarrollar habilidades de afrontamiento que
permanecerán en su vida adolescente y adulta.
¿Qué consecuencias puede tener la sobreprotección?
Padres y madres sobreprotectores
exigen a los niños menos de lo que les corresponde para su edad. Apenas les
dejan asumir responsabilidades y cuando posteriormente al crecer tengan que
hacerlo, les resultará mucho más complicado. En casos de elevada
sobreprotección durante la infancia, nos encontramos en la juventud y vida
adulta con personas que parecen casi adolescentes o que tienen un alto grado de
inmadurez para su edad. No han aprendido a afrontar de manera efectiva la
frustración y los reveses de la vida, ni las responsabilidades a las que tenemos
que ir haciendo frente, ya que nunca han tenido que hacerlo. Además, pueden
resultar ser personas miedosas ya que han recibido desde la infancia que todo a
su alrededor es peligroso.
¿Dónde queda el punto intermedio?
Queda en conocer a los niños y de
lo que son capaces. Aunque parezcan pequeños e indefensos, tienen mucha más
capacidad de la que pensamos para
resolver situaciones de diferente índole, no dejan de sorprendernos. Habrá que
dejar que poco a poco adquieran responsabilidades adaptadas a su edad, que poco
a poco vayan siendo ligeramente más independientes. Es posible que, en
ocasiones, esta sobreprotección tenga que ver con que hayan vivido un proceso
médico importante. De igual manera, tendremos que aprender a valorar el alcance
de este y las verdaderas capacidades del niño o niña, permitiendo la máxima autonomía
dentro de las capacidades y posibilidades. Discerniendo qué puede hacer de
manera independiente y permitiéndoselo, y que no.
Sea como sea, cuando hablamos de
darles autonomía hay que confundirse con una autonomía completa, ni mucho menos.
Son niños. Pero sí hablamos de, poco a poco, ir “soltándoles”, viendo como se
desenvuelven, e ir interviniendo cuando sea necesario. Por supuesto, habrá que
poner límites y tener en cuenta qué es adecuado a cada edad. Pero toda autonomía
y responsabilidad que le demos incrementará el desarrollo óptimo. Educando siempre
desde el afecto y el cariño y mostrándonos disponibles para ayudarles y
apoyarles, pero permitiéndoles vivir por sí solos y equivocarse.
Si necesitáis orientación al
respecto, no dudéis en poneros en contacto con Martínez Bardaji psicología y
salud.
Estaremos encantadas de ayudaros.
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