En las últimas décadas, el modelo tradicional de
familia ha asumido grandes cambios tanto en su dinámica como en su estructura
y composición, dándose un enorme incremento de
separaciones y divorcios.
Cuando hay hijos/as en común, lo ideal en una separación o divorcio es que la pareja aparque sus diferencias en todo lo relacionado con los niños/as. Ardua tarea: muchos padres separados no sólo no son capaces de cooperar por el bien y las necesidades de sus hijos, sino que los hacen partícipes de las disputas que ha generado la separación. Y es entonces cuando estos niños/as se ven inmersos en los problemas de los adultos, haciéndose partícipes en el conflicto, pasando a formar parte de las partes enfrentadas, y reproduciendo las disputas de sus padres.
Cuando hay hijos/as en común, lo ideal en una separación o divorcio es que la pareja aparque sus diferencias en todo lo relacionado con los niños/as. Ardua tarea: muchos padres separados no sólo no son capaces de cooperar por el bien y las necesidades de sus hijos, sino que los hacen partícipes de las disputas que ha generado la separación. Y es entonces cuando estos niños/as se ven inmersos en los problemas de los adultos, haciéndose partícipes en el conflicto, pasando a formar parte de las partes enfrentadas, y reproduciendo las disputas de sus padres.
Esto es lo que se conoce como el Síndrome de Alienación Parental, que según Richard Gardner (1985), se caracteriza por la censura, crítica y rechazo por parte de los hijos hacia uno de sus progenitores de modo injustificado y/o exagerado. Este concepto incluye el componente de lavado de cerebro, que implica que un progenitor, sistemática y conscientemente, 'programa' a los hijos en la descalificación hacia el otro.
La sintomatología que pueden
presentar estos niños/as puede derivar
en una aguda sensación de shock, de miedo intenso, y en un sentimiento de
profunda confusión con consecuencias negativas tanto a nivel cognitivo, como
conductual y emocional. Así mismo, estos niños/as presentan, a menudo,
sentimientos de abandono y culpabilidad, rechazo, inseguridad, impotencia e
indefensión, así como estados de ansiedad, depresión y conductas regresivas,
disruptivas, trastornos en el sueño y en la alimentación, y problemas
escolares.
Esta sintomatología puede verse incrementada cuando estos niños/as
son forzados para participar en actos legales resultantes de la separación, donde
sus sentimientos suelen ser utilizados como argumentos o ataques contra el otro
progenitor. Sin duda alguna, esta situación repercute negativamente en el equilibrio emocional, y llega a ser de tal dimensión
que las necesidades infantiles quedan relegadas a un segundo plano, pudiendo
llegar a constituir un factor de riesgo de enfermedad mental en la infancia.
Con
el objetivo primordial de promover y mantener el interés superior y bienestar
del niño/a, es necesario intervenir en estos casos. Una intervención temprana
en el Síndrome de Alienación Parental tendrá mayor probabilidad de ser exitosa,
aunque es imprescindible el apoyo de los tribunales para garantizar, al menos,
el inicio del trabajo terapéutico con estas familias. Además, no se debe privar
al progenitor del contacto con sus hijos/as; si es necesario, se puede realizar el
encuentro en condiciones controladas (con un equipo técnico en visitas supervisadas
con acompañante terapéutico). El uso de la mediación familiar también es
un método eficaz para abordar el Síndrome de Alienación Parental cuando
estemos hablando de casos leves o moderados. En este tipo de casos, los padres solicitan o
aceptan la intervención de una tercera persona, el “mediador/a”, con la
finalidad de llegar a acuerdos que les permitan reorganizar su relación como
padres, clarificar e identificar los intereses en común, y, de esta forma,
establecer una negociación que desemboque en acuerdos satisfactorios para toda
la familia y de forma especial para los hijos/as.
Lo fundamental a fin de cuentas es NO OLVIDAR, en
mayúsculas, QUE POR ENCIMA DE CUALQUIER OTRO INTERÉS DEBE PRIMAR EL INTERÉS DE
LOS HIJOS/AS, DEBIENDO LOS PADRES VELAR POR ELLOS, E INTENTANDO POR DIFÍCIL QUE
RESULTE EN ALGUNAS OCASIONES, SABER SEPARAR LOS CONFLICTOS DERIVADOS DEL
DIVORCIO, CON LA CRIANZA Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS/AS.