Adoptar a un niño o niña suele ser un proceso largo, costoso
y frustrante. Pero a la vez, se trata de un proceso vivido con ilusión y
expectación, deseando que el nuevo miembro de la casa llegue para darle el
cuidado y amor que merece y no ha podido darle su familia biológica. Adoptar a
un niño es un acto valiente, ya que la familia no solo debe tener que
enfrentarse al proceso de adopción sino a educar a un niño o niña, que si ya es
tarea complicada, tendrá unas necesidades afectivas algo diferentes a las de
sus iguales. Incluso los niños que son adoptados con menor edad, traen grabados
en su cerebro recuerdos que aunque no expresen o recuerden conscientemente
calan a nivel emocional. Estos niños no han desarrollado una vinculación
adecuada y pueden presentar mayor propensión o riesgo a mostrar características
emocionales y del comportamiento. Cuando hablamos del niño adoptado debemos
prestar especial atención a esas necesidades afectivas y de vinculación que van
a tener diferentes a las de otros niños. Hablamos de pequeños que han podido
sufrir mucho hasta que han sido dados en adopción o que han pasado de una
familia a otra hasta finalmente llegar a la familia adoptiva. En muchos casos
han podido sufrir abusos físicos o por negligencia, lo que habrá dificultado en
gran medida que establezcan vínculos afectivos y de apego seguros con su figura
de referencia (en este caso, la madre y/o el padre).
La vinculación inicial durante los primeros años de vida se
establece a través de la cobertura de las necesidades básicas: alimentación,
sueño, cuidados y afecto entre los principales. Si esto se da, el niño o niña
comenzará a generar una vinculación positiva. Si no, generará otros patrones de
vinculación que son disfuncionales y afectarán en gran medida a cómo se va relacionando
con su medio, su familia y otras personas a medida que crece. En los casos de
adopciones, por desgracia, no es raro encontrar que durante los primeros años
de vida haya habido importantes carencias en estas necesidades básicas. O que
algunas hayan estado cubiertas pero no así la de seguridad, ya que ha habido
algún tipo de maltrato. De este modo podría aparecer un vínculo
evitativo/ansioso: me cuida pero me pega.
Se podría intuir que a medida que el niño va creciendo y
viviendo en una situación de inestabilidad, mayor sería el efecto posterior de
la vinculación no segura. Cuanto antes se produce la adopción, es más sencillo
generar el vínculo con el bebé a través de los cuidados básicos el daño
realizado será menor (y por ende menos que reparar a nivel emocional). Cuando
son más mayores, la situación afecta en mayor medida al mantenerse durante más
tiempo y ser vivido de manera más consciente y dolorosa. A ello se sumaría que
el ir cambiando de casa de acogida a casa de acogida, hará que el foco de
figura de referencia básica cambie constantemente y no se pueda vincular bien a
nadie. No queremos decir que sea determinante 100% para su vida adulta ni que
no sea mejor que esté en casa de acogida que en el contexto del que se saca al
menor: si no que esa inestabilidad de ir de una casa a otra tiene un importante
impacto emocional sobre él o ella que la familia final debe ayudar a encauzar y
recoger. Es importante que la familia receptora conozca esto, ya que subraya la
importancia de invertir en el establecimiento del vínculo positivo, acompañando
al niño en todo el proceso de descubrimiento de la identidad y sin ocultar la
condición de adopción.
Estos problemas de vinculación temprana pueden manifestarse
en problemas de conducta en los años posteriores. Pueden ser desafiantes,
desafiar el amor incondicional de la familia adoptiva, poniéndoles a “prueba”. Ante
todo, es importante educar con disciplina pero mostrando amor incondicional.
Como con cualquier otro niño – e incluso más. Necesita ver que aunque haga
cosas que puedan disgustar, sus padres siempre serán sus padres y le querrán y
apoyarán. De lo contrario, se refuerzan sentimientos de rechazo que arrastraría
desde su infancia.
Esto afectará directamente también a como se vincula no sólo
con el entorno familiar inmediato, sino con el resto de personas. La
vinculación afectiva segura y positiva, cuando no se da en los primeros años de
vida, afecta de manera importante en una etapa vital para el neurodesarrollo,
la atención empática y la identificación y gestión de necesidades emocionales.
Lo que implica es que condiciona su manera de sentirse en el mundo, pudiendo
interaccionar con el entorno de manera más insegura, acercándose y alejándose,
de manera ambivalente. A esto se sumaría que cuando proceden de otras culturas
y países, pueden sentirse diferentes o recibir algún tipo de acoso escolar que
incrementaría los problemas de vinculación previos.
Si bien se trata de algo serio, todo lo anterior no quiere decir para nada que la familia adoptiva no
tenga nada que hacer al respecto ni que no pueda relacionarse de manera
positiva con el hijo o hija adoptivos. Solo que deben conocerlo para
esforzarse lo necesario en el establecimiento del vínculo paterno-filial,
materno-filial, adecuados. Para ello, se trata de mostrar siempre amor
incondicional. Un apoyo incondicional en todo. No caer en la permisividad, por
supuesto, pero que el niño reciba directamente que no lo vamos a abandonar. Y
siempre desde la honestidad y sinceridad: hablamos aquí, entre otras cosas, de
la comunicación de la situación de adoptado. Ojo con los engaños acerca de la
situación de adopción, una tarea importante es hablar abiertamente sobre ello a
medida en que va preguntando. Y ayudarle a integrar el relato de la adopción en
su línea de vida: nací en… mis papás no pudieron cuidarme… así que viajé… hasta
que conocí a mis papás adoptivos, que estaban esperándome… para quererme
incondicionalmente. Ayudarles a que integren en un continuo de su identidad la
situación de ser adoptados. Apoyarles y acompañarles en este proceso ayuda
también a generar el vínculo positivo. Y actuar sobre la afectividad ayudará a
reducir conductas problema…
Para finalizar, si sois unos afortunados padres y/o madres
de un niño o niña adoptados, os dejamos algunas
indicaciones para favorecer el establecimiento de la afectividad positiva:
- Dar cariño y cuidado incondicional.
- Ser un pilar de apoyo y ayuda seguros, acompañándoles en su exploración del mundo. Que perciban que siempre estáis ahí.
- Ayudarles a superar la desconfianza o el miedo a otros adultos, dejarse cuidar por la familia. O a la contra, educar para que no se acerquen de manera indiscriminada a cualquier persona (dependiendo de si hay excesiva evitación o excesivo acercamiento).
- Intentar entender su conducta: si se porta mal, intentar comprender por qué. Podría ser por aprendizaje en función de su contexto pre-adoptivo. O por malestar emocional. Sea como sea, comprender por qué actúa como actúa y ayudarle a abordarlo.
- Se consistente, predecible y repetitivo. Sobre todo si ha habido maltrato son muy sensibles a los cambios y la rutina les dará seguridad para ir construyéndola poco a poco.
- Escuchar y comunicarse abiertamente.
- Ayudarles a construir su narración vital, la historia de su vida.
- Ser paciente en dos aspectos: el progreso del niño y el tuyo propio como madre o padre. Se paciente con el progreso del niño y con el tuyo como madre o padre.
- Ayudarle a conocer las conductas prosociales y habilidades sociales.
- Ayudarle a conocer y gestionar sus emociones.
- Incluir a toda la familia para que se sienta un miembro más, aceptado y de igual valor y derecho.
Ser padre o madre de un niño o niña adoptados es un reto añadido sobre el que ya supone educar a un niño. Ahora bien, no deja de ser algo posible y altamente satisfactorio. La adopción implica, al final, dar todo el amor que se tiene a un niño que lo merece y del que no se puede hacer cargo, por los motivos que sean, su familia biológica.
Si os planteáis adoptar, o ya lo habéis hecho y necesitáis orientación profesional, no dudéis en poneros en contacto con Martínez Bardaji psicología y salud.
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